Un grupo de psicólogos de Gran Bretaña descubrieron que con un limón podemos saber el grado de extroversión o de introversión que tendemos y a cual de estos dos tendemos más. La prueba consistía en echar una gota de limón en la lengua y ver cuanta saliva producimos en 50 segundos y ver cuantas cajas de fruta podían sellar con cinta adhesiva un grupo de personas seleccionadas. Los introvertidos son muy hábiles y sellan muchas cajas en cuanto a los extrovertidos menos, porque producen menos saliva. En los introvertidos el área que reacciona al zumo es muy sensible pero no les gusta la fiesta, y en los extrovertidos este área es menos sensible pero les gusta mucho la fiesta.
En la personalidad influyen muchos factores, desde pequeños los que más influyen son los padres. Y el momento en el que nuestra personalidad se empieza a formar más establemente es en la niñez. Las neuronas de nuestro cerebro se ponen en contacto con otras neuronas mediante la sinapsis, y así vamos desarrollando algunas de las características de nuestra personalidad. Las características que desarrollamos durante la niñez serán probablemente las que mantendremos durante el resto de nuestra vida. Aunque de pequeños vamos formando diferentes características de nuestra personalidad, y en nuestro cerebro se van formando diferentes caminos, llega un momento en el que esos caminos se vuelven estables.
Esta vez, vemos el caso de una persona que tiene una vida ideal, pero que ha desarrollado un carácter fuerte, poniendo en riesgo la vida estable que lleva. La amigdala de esta persona se irrita a menudo, provocándole ese carácter fuerte y aunque eso es difícil de cambiar, hay una parte del cerebro, los lóbulos frontales, que puede frenar estos impulsos (son una especie de centro de control). En nuestro cerebro hay partes que se combinan para formar nuestra identidad.
Los lóbulos frontales controlan nuestro carácter y comportamiento. Por eso en los niños su comportamiento muchas veces está dirigido hacia las rabietas, malos comportamientos en algunos momentos.. etc, ya que sus lóbulos frontales no están bien desarrollados.
A medida que vamos creciendo nuestra personalidad se asienta, y empezamos a entender quienes somos. Aunque existe un momento en nuestras vidas que nos hacen perder el rumbo, y en dichos momentos nuestra personalidad deja de ser tan estable. Ese cambio es la pubertad.
La pubertad ejerce un gran cambio sobre nuestro cuerpo, pero aún mayor sobre nuestra personalidad. En ese momento las personas somos más insensibles y mas antisociales.
Durante la pubertad nuestro cerebro vuelve a crear numerosas conexiones, pero estas nuevas conexiones aun no tienen una función específica.
En los años de la adolescencia hay un exceso de actividad en los lóbulos frontales. Por ello la adolescencia está considerada una etapa de nuestra vida de confusión, frustración y malhumor.
Algunas de las particularidades que desarrollamos en la juventud, como la afición al riesgo, quedan en nosotros toda nuestra vida. En la afición al riesgo, influye una hormona llamada dopamina la cual provoca instantáneamente una sensación de euforia. Cuantos más riesgos corremos durante la adolescencia, menos sensibles somos a la dopamina y necesitamos dosis más altas para divertirnos igual como adultos.
Cuando pasamos de la adolescencia a la edad adulta, nuestra personalidad se forma totalmente, y nuestros lóbulos están controlados. Aún así, esto no significa que durante el resto de nuestra vida, tengamos que estar limitados a lo desarrollado. Podemos cambiar algunos de nuestros rasgos fácilmente, mediante los cambios en los estados de ánimo.
Los psicólogos han creado una prueba para verificar esto; consiste en cambiar el estado de ánimo de dos gemelas que se comportan prácticamente igual. Al final de este experimento, estas dos gemelas, serán completamente opuestas en cuanto a sus personalidades.
A una de las gemelas le estimularan el tronco del cerebro, en el que se libera una hormona llamada serotonina que causa una sensación de felicidad; en cuanto a la otra, le ocurrirá lo contrario (reduciendo la cantidad de serotonina), por lo que se sentirá triste.
Esto demuestra que podemos hacer cambios importantes en nuestra personalidad diaria.
En la personalidad influyen muchos factores, desde pequeños los que más influyen son los padres. Y el momento en el que nuestra personalidad se empieza a formar más establemente es en la niñez. Las neuronas de nuestro cerebro se ponen en contacto con otras neuronas mediante la sinapsis, y así vamos desarrollando algunas de las características de nuestra personalidad. Las características que desarrollamos durante la niñez serán probablemente las que mantendremos durante el resto de nuestra vida. Aunque de pequeños vamos formando diferentes características de nuestra personalidad, y en nuestro cerebro se van formando diferentes caminos, llega un momento en el que esos caminos se vuelven estables.
Esta vez, vemos el caso de una persona que tiene una vida ideal, pero que ha desarrollado un carácter fuerte, poniendo en riesgo la vida estable que lleva. La amigdala de esta persona se irrita a menudo, provocándole ese carácter fuerte y aunque eso es difícil de cambiar, hay una parte del cerebro, los lóbulos frontales, que puede frenar estos impulsos (son una especie de centro de control). En nuestro cerebro hay partes que se combinan para formar nuestra identidad.
Los lóbulos frontales controlan nuestro carácter y comportamiento. Por eso en los niños su comportamiento muchas veces está dirigido hacia las rabietas, malos comportamientos en algunos momentos.. etc, ya que sus lóbulos frontales no están bien desarrollados.
A medida que vamos creciendo nuestra personalidad se asienta, y empezamos a entender quienes somos. Aunque existe un momento en nuestras vidas que nos hacen perder el rumbo, y en dichos momentos nuestra personalidad deja de ser tan estable. Ese cambio es la pubertad.
La pubertad ejerce un gran cambio sobre nuestro cuerpo, pero aún mayor sobre nuestra personalidad. En ese momento las personas somos más insensibles y mas antisociales.
Durante la pubertad nuestro cerebro vuelve a crear numerosas conexiones, pero estas nuevas conexiones aun no tienen una función específica.
En los años de la adolescencia hay un exceso de actividad en los lóbulos frontales. Por ello la adolescencia está considerada una etapa de nuestra vida de confusión, frustración y malhumor.
Algunas de las particularidades que desarrollamos en la juventud, como la afición al riesgo, quedan en nosotros toda nuestra vida. En la afición al riesgo, influye una hormona llamada dopamina la cual provoca instantáneamente una sensación de euforia. Cuantos más riesgos corremos durante la adolescencia, menos sensibles somos a la dopamina y necesitamos dosis más altas para divertirnos igual como adultos.
Cuando pasamos de la adolescencia a la edad adulta, nuestra personalidad se forma totalmente, y nuestros lóbulos están controlados. Aún así, esto no significa que durante el resto de nuestra vida, tengamos que estar limitados a lo desarrollado. Podemos cambiar algunos de nuestros rasgos fácilmente, mediante los cambios en los estados de ánimo.
Los psicólogos han creado una prueba para verificar esto; consiste en cambiar el estado de ánimo de dos gemelas que se comportan prácticamente igual. Al final de este experimento, estas dos gemelas, serán completamente opuestas en cuanto a sus personalidades.
A una de las gemelas le estimularan el tronco del cerebro, en el que se libera una hormona llamada serotonina que causa una sensación de felicidad; en cuanto a la otra, le ocurrirá lo contrario (reduciendo la cantidad de serotonina), por lo que se sentirá triste.
Esto demuestra que podemos hacer cambios importantes en nuestra personalidad diaria.
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